Grácil como un ave que surca los cielos, La Dama del Aire se dejaba guiar por las corrientes de sus amigos Bóreas, Céfiro e incluso Afer. De un confín al otro del planeta, hasta el último rincón del mismo era insuflado por la presencia de La Dama, encargada de recoger las palabras y atesorarlas dentro de una gran urna de cristal, donde las letras se mezclaban, y las frases y promesas desaparecían en la amalgama abecedaria de su interior.
Las palabras, como tantas otras cosas, se las lleva el aire con el viento.
1 comentario:
Sin duda el que más me gusta...Espero que hayas sido bueno, que no te traigan cabr...perdona, carbón...
Jeje, besoss
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